martes, agosto 19

De los Stray Cats

Bueno, sigamos con razonamientos lógicos, como unos pocos afortunados descubrimos el sábado, la perfección existe, Dios es perfección, luego Dios existe...

Pero aún hay más, Los Stray Cats son perfectos, luego... ¿quién dijo que la Santisima Trinidad es un misterio? Ahí mismo estaba, a unos metros, centímetros: El Padre, El Hijo, y El Espíritu Santo con una Gretsch. Cualquier detalle es inútil, pero podiria decir un par de cosas para orientar a los que vayan a ir a próximos conciertos de Stray Cats. Por ejemplo, a mí, la canción Rumble in Brighton, me parecía mediocre. Desde el sábado no. Dos bises. Surf sobre un contrabajo. Piruetas sobre una batería. Piruetas con una guitarra. Y la música desprendida de todo ello, que no se interrumpía ni siquiera tras alguna que otra caída con su respectivo golpe.

Algo que también se queda en lo profundo de la memoria, como tatuado en la memoria es cuando se escucha una descarga de artillería. También la hubo, a mitad del concierto, con Stray Cat Strut, Runnaway Boys, Sexy + 17 y Gene and Eddie.

Si pasaba algo fuera del recinto de no mas de 200 metros cuadrados daba igual, lo que importaba, y todavía importa es lo que ocurre alrededor de esos 3 hombres y sus respectivos instrumentos. Rock and Roll, por si alguien no lo sabe.

domingo, agosto 3

Los viejos juegan al bingo

Yo no soy un viejo. Luego yo no juego al bingo. ¿Será entonces que el bingo juega conmigo? ¿O que yo no jugaba al bingo sino que cubría números que casualmente coincidían con los cantados? ¿O que todo fuera un sueño? ¿Y los sueños sueños son?

No tengo ni la más mínima idea, pero allí estábamos todos, los que rebajábamos la media de edad del local a 72 años, con nuestros cartoncitos y nuestras esperanzas y nuestra incipiente ludopatía. Ah, y con el estómago lleno, gracias a un rico surtido de pescado que pudiera tener algo que ver con mis vómitos del día siguiente. Pocas cosas son seguras en las noches andaluzas. Las partidas se sucedían, cada una con formas de cantar la línea cada vez más retorcidas. Una línea, la siguiente, una columna, una L, X, Ω... las cañas se vaciaron, pero ya no había ganas de beber cerveza, sino de jugar. Perdón, soñar.

La noche llegaba a su fin en el recinto militar y las apuestas se doblaban y triplicaban, Hasta que llegó la ansiada recompensa... Una línea: ¿Línea? ¡Línea! ¡Línea! Y correr hacia la caja para su comprobación y el cobro de la merecida recompensa, que no crecería (ni disminuiría, pese a las protestas de alguien que completó su línea al mismo tiempo, pero se la guardó, era su secreto, ...sssshhhh... ).